El Centro de Educación y Tecnología para el Desarrollo del Sur (CETSUR) es una organización de la sociedad civil que implementa de manera colectiva y participativa acciones de investigación, formación, fomento y difusión del patrimonio cultural en contextos interculturales, para el desarrollo de los territorios del sur de Chile. En el Día de la Soberanía Alimentaria que se celebra el 16 de octubre, desarrollan a través de este artículo la importancia de las huertas comunitarias y familiares para el crecimiento y sostenibilidad alimentaria.
Por Comité Editorial ONG CETSUR
En el contexto actual de pandemia, todo tejido comunitario se enfrenta al desafío de su sostenibilidad ante las restricciones de movilidad y distanciamiento físico. La alimentación, vista desde una perspectiva sistémica y de sostenimiento de la vida, no es ajena a esta situación.
Visualizar los procesos alimentarios integralmente implica reconocer que son sistemas que interconectan todas aquellas actividades que involucran la producción, procesamiento, distribución y consumo de alimentos, que se llevan a cabo entre espacios rurales, urbanos y sus intersticios. Esto abarca no sólo procesos que podemos situar en el ámbito de lo global, sino que incorpora también los procesos a pequeña escala que se gestan en los territorios. Aquí destacan las huertas para autoconsumo familiar, el cuidado, conservación y circulación de semillas, plantas y sus saberes asociados, entre otras actividades eminentemente presenciales y llevadas a cabo por manos especialmente de mujeres huerteras y curadoras de semillas, en conexión con los ciclos naturales y agrícolas, otros seres, su agroecosistema y su tejido comunitario.
Distintos elementos pueden incidir en la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios. Allí encontramos variables vinculadas al acceso, uso y disponibilidad de alimentos debido a condiciones socio-ecológicas, procesos sociales, políticos, económicos e institucionales y sus relaciones entre ellos.
El modelo neoliberal nos sitúa en un régimen alimentario en crisis, donde existe un abandono masivo del campo y las prácticas agrícolas ante la degradación de los ecosistemas por las dinámicas extractivistas y contaminación de las aguas.
Esta situación genera un panorama propicio para la agroindustria, la alta importación de alimentos de baja calidad, y la incorporación masiva de productos ultraprocesados en la dieta cotidiana por parte de los grandes consorcios alimentarios, lo que gradualmente lleva a la malnutrición y desvinculación de las personas con su alimentación, procesos y conocimientos asociados que se han reproducido por generaciones.
Las situaciones de crisis también tensionan y vulneran los sistemas alimentarios locales. Así, la imposición prolongada del distanciamiento físico por razones sanitarias complejiza el escenario en los distintos espacios donde se busca sostener procesos de alimentación desde lo comunitario (…)
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